Sirve el silencio en la noche. Sirven los vasos alineados en la alacena, la cocina limpia, brilla el mármol bajo la lámpara amarilla. Sirve la ventana sin persianas, abierta al cielo negro. Sirve el negro imperfecto del afuera, parecido a cerrar los ojos a oscuras, tenues manchas, contornos adivinados, dibujos sordos que conducen a una nada apacible y hogareña.
La oscuridad total, sin resquicios, sin brechas, sin hisopos de luz en lenta cadencia es otra cosa. El ojo, habituado a la noche oscura, busca en vano el borde de una casa, el contorno de la copa de un árbol, la incandescencia de la luna... no halla nada. Y entonces sobreviene el momento clave. La definición del enigma. No hay afuera. No hay nada. El negro nos envuelve como un mar líquido en el que sólo nos queda la ilusión de movimiento, los latidos de los órganos, el murmullo del aliento. Nuestro modo de ser en el mundo se despliega sobre un lienzo nuevo, al que le caben do sensaciones posibles y encontradas.
La primera es la asfixia, la compresión total del espacio, el vértigo de la ausencia, la oscuridad como una tela opaca pegada a los poros, no hay espacio, no hay lugar para respirar siquiera. No hay posibilidad de movimiento o vaivén.
La segunda es el éxtasis, la expansión total del espacio, la liviandad de flotar en el vacío, la oscuridad como el cosmos abriéndose bajo los pies, suspensión, expansión, danza sideral. Todo es posible. Hay libertad.
La oscuridad total, sin resquicios, sin brechas, sin hisopos de luz en lenta cadencia es otra cosa. El ojo, habituado a la noche oscura, busca en vano el borde de una casa, el contorno de la copa de un árbol, la incandescencia de la luna... no halla nada. Y entonces sobreviene el momento clave. La definición del enigma. No hay afuera. No hay nada. El negro nos envuelve como un mar líquido en el que sólo nos queda la ilusión de movimiento, los latidos de los órganos, el murmullo del aliento. Nuestro modo de ser en el mundo se despliega sobre un lienzo nuevo, al que le caben do sensaciones posibles y encontradas.
La primera es la asfixia, la compresión total del espacio, el vértigo de la ausencia, la oscuridad como una tela opaca pegada a los poros, no hay espacio, no hay lugar para respirar siquiera. No hay posibilidad de movimiento o vaivén.
La segunda es el éxtasis, la expansión total del espacio, la liviandad de flotar en el vacío, la oscuridad como el cosmos abriéndose bajo los pies, suspensión, expansión, danza sideral. Todo es posible. Hay libertad.