camino agotaba antes de empezar.
Retomo después de no sé cuánto tiempo. Estos minutos robados al trabajo fueron suplantados por otras actividades, que pese a ser elegidas como fuentes de satisfacción diversa, no representan el canal lúdico de escamoteo que este pequeño y simpático espacio puede darme.
Todo sucedió en un sueño. En verdad no fue ni siquiera eso. En una breve ensoñación diurna, que me trajo de vuelta por estas páginas. Cerré los ojos un domingo, recostada en mi sillón, cansada y con un leve dolor de cabeza, y rápidos, como si hubieran estado escondidos detrás de mis párpados, salieron a mi encuentro, con esas formas grises y manchadas de la claridad que se percibe a través de los ojos cerrados, todo tipo de personajes y figuras, en excitada escaramuza, exclamando, cuestionando y correteando sin ton ni son, ensimismados en su afán.
Levemente entretenida por el suceso, me doy cuenta de lo evidente: estos tipos están ahí. Los saque o no, están ahí. Y tienen toda la pinta de querer salir.
La página anterior me la hace más fácil: esto no tiene por qué ser nada, ni encasillarse en ningún lugar... nada me restringe ni me presiona, no hay ojo de gran hermano sobre estos caracteres perdidos en el océano. Alegría! Go with the flow.
Bueno, me falta media hoja, ¿qué onda? No debería ser tan grave dedicarle quince minutos a esto cada mañana, al llegar a la oficina, junto con el té con leche. Incluso es un momento óptimo para tener más frescos los restos oníricos, los monstruitos simpáticos, las galaxias paralelas, los vuelos desafiando la gravedad y los roedores pesadillescos.
El tema es el tiempo que me roba Facebook, Gmail, Hotmail, Twitter, y la cuenta del laburo, claro. Atentan contra mi porcentaje diario de escamoteo literario. Nuevamente la disciplina aparece como enemiga inesquivable. ¿Por qué me costará tanto hacer las cosas que tengo ganas de hacer? Será cuestión de generar nuevos hábitos.
Retomo después de no sé cuánto tiempo. Estos minutos robados al trabajo fueron suplantados por otras actividades, que pese a ser elegidas como fuentes de satisfacción diversa, no representan el canal lúdico de escamoteo que este pequeño y simpático espacio puede darme.
Todo sucedió en un sueño. En verdad no fue ni siquiera eso. En una breve ensoñación diurna, que me trajo de vuelta por estas páginas. Cerré los ojos un domingo, recostada en mi sillón, cansada y con un leve dolor de cabeza, y rápidos, como si hubieran estado escondidos detrás de mis párpados, salieron a mi encuentro, con esas formas grises y manchadas de la claridad que se percibe a través de los ojos cerrados, todo tipo de personajes y figuras, en excitada escaramuza, exclamando, cuestionando y correteando sin ton ni son, ensimismados en su afán.
Levemente entretenida por el suceso, me doy cuenta de lo evidente: estos tipos están ahí. Los saque o no, están ahí. Y tienen toda la pinta de querer salir.
La página anterior me la hace más fácil: esto no tiene por qué ser nada, ni encasillarse en ningún lugar... nada me restringe ni me presiona, no hay ojo de gran hermano sobre estos caracteres perdidos en el océano. Alegría! Go with the flow.
Bueno, me falta media hoja, ¿qué onda? No debería ser tan grave dedicarle quince minutos a esto cada mañana, al llegar a la oficina, junto con el té con leche. Incluso es un momento óptimo para tener más frescos los restos oníricos, los monstruitos simpáticos, las galaxias paralelas, los vuelos desafiando la gravedad y los roedores pesadillescos.
El tema es el tiempo que me roba Facebook, Gmail, Hotmail, Twitter, y la cuenta del laburo, claro. Atentan contra mi porcentaje diario de escamoteo literario. Nuevamente la disciplina aparece como enemiga inesquivable. ¿Por qué me costará tanto hacer las cosas que tengo ganas de hacer? Será cuestión de generar nuevos hábitos.